Arte e interiorismo

Obra Sunshine and Hurricane de Ana Kai

El arte aporta mucho más que un toque de color. El arte respira vida y nos permite expresarnos, promoviendo el diálogo y generando emociones.

Las piezas que elegimos para nuestros espacios son una extensión de nuestra propia identidad, y rara vez vamos a colgar en nuestra pared una obra con la que no nos sentamos identificados, simplemente porque nos parezca bonita. Es una cuestión tan estética como emocional.

Es por ello que a la hora de seleccionar el arte para sus proyectos de interiorismo, los diseñadores con los que colaboro normalmente buscan obras que reflejen la personalidad de sus clientes, y es importante para ellos que exista una conexión con la pieza, y que esta represente sus gustos y forma de ser para que pueda complementar su espacio de la mejor forma posible.

También a los clientes les suele gustar conocerme ya que para ellos es importante poner una cara y un nombre a la obra, y les interesa conocer mi historia y la del cuadro, si no se trata de un encargo a medida para ese proyecto en concreto.

Hay que tener en cuenta que una obra de arte es algo de lo que van a disfrutar durante mucho tiempo, sino toda la vida, y debe transmitirles buenas sensaciones cada vez que lo contemplen. A la hora de elegir la obra es importante que encaje tanto con la personalidad de los dueños como con el espacio y el resto de los objetos que se encuentran en el mismo. No se trata de un simple accesorio elegido al azar, ya que tiene la capacidad de conectar todo lo que hay en el espacio y marcar el tono del ambiente.

La mayoría de los interioristas intentan integrar la obra desde el principio en el proyecto y se produce una colaboración estrecha entre el interiorista y el artista que va más allá de elegir el color y el tamaño de la pieza. A mí me encanta el interiorismo, de hecho, formé parte hace ya casi 18 años de la primera promoción del Máster en Arquitectura de Interiores de la Universidad Politécnica de Madrid, en el que tuve la oportunidad de conocer a grandes como Pascua Ortega, Tomás Alía, Patricia Urquiola y Teresa Sapey, todos docentes de esa primera promoción.

Para mí, colaborar con interioristas para crear una obra que encaje con su visión, es un reto fascinante que me lleva siempre a agrandar mis horizontes, ya que cada persona y cada espacio es diferente y por lo tanto cada obra debe serlo también.

En general en mi experiencia, la gente acude al arte para aportar emociones positivas. Algunos buscan piezas con colores vibrantes que acentúen su diseño mientras que otros prefieren tonalidades más suaves que generen un diálogo entre los distintos elementos del espacio. En una zona de trabajo suelen preferir piezas vibrantes que aporten dinamismo, en una zona de estar, piezas que inviten a reflexionar y a conversar, mientras que en un dormitorio prefieren obras que ayuden a crear ambientes relajantes y cálidos o refrescantes según el clima en el que se encuentre la casa.

A mí me apasiona crear la pieza perfecta para cada uno de esos puzzles, que conecte los elementos, enamore y emocione al que la observa y eleve el espacio que la rodea.

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