Mi proceso creativo
Mi proceso creativo comienza en mi cabeza. Me gusta darle forma a la obra en mi mente, saborear las distintas combinaciones de colores, cómo voy a empezar (generalmente por una esquina del lienzo), cómo voy a continuar y a donde me va a llevar. Intento planificar las primeras marcas, la textura, la fluidez de la pintura… y preparo el lienzo para observarlo, imaginar la obra en él y dejar que su formato y tamaño se asienten dentro de mi idea.
Nunca hago bocetos, ni dibujo a lápiz sobre el lienzo, ni escribo anotaciones en un cuaderno. Me gusta construirlo en mi cabeza, dejarlo reposar, retomarlo mientras descanso un rato en el sofá, cerrar los ojos y verlo, cada vez más completo, más vibrante, más detallado.
Cada obra es la oportunidad de contar una nueva historia sobre un lienzo en blanco, parte plan, parte incertidumbre, parte experimentación. Son obras que van evolucionando con grandes dosis de ambigüedad, y eso es lo que más disfruto. Aunque exista cierta premeditación el proceso es sumamente intuitivo, es imprescindible dejar que la pintura te guíe, que una marca te lleve a la siguiente y así se vaya construyendo una conversación entre los distintos elementos. Asimismo, cada obra es el punto de partida de la obra siguiente, ya que en cada una de ellas voy incorporando los aprendizajes de las anteriores
También es un proceso terapéutico ya que este relato siempre es algo muy personal y está empapado de emociones que necesito expresar. Pintar me ayuda a conectar con mi yo interior, ese del que a menudo me olvido y al que necesito rescatar.